De Vegamediapress.com:
La Región de Murcia nos duele. “Murcia me duele”, es, precisamente, el título del libro de José Juan Cano Vera que publicará próximamente Vega Media Press ediciones. Y creemos que es un título muy acertado. No puede ser de otra forma cuando estamos viendo una procesión de detenidos e imputados sin precedentes en la historia de nuestra tierra, incluso del país. Nunca en tan poco espacio se dieron la mano tantos presuntos corruptos. Alcaldes, concejales, arquitectos, abogados, empresarios, funcionarios, directores generales, constructores, policías, ingenieros, asesores, y ahora hasta notarios. No se puede decir ya aquello de “se trata de un caso aislado”, sino que hay que hablar claramente de corrupción generalizada. Los murcianos estamos intentando sobrevivir a una crisis muy destructiva, buscando fórmulas para poder pagar la hipoteca o para que no nos embarguen nuestros hogares, mientras la clase dirigente encuentra y compra, y ni eso, viviendas que son un auténtico chollo. Áticos en Murcia, pisos en Mazarrón y Torre Pacheco, chalets en Águilas, grandes mansiones en Campoamor o en Molina de Segura.
La sociedad murciana debe exigir ya que esta clase política se vaya a su casa y nos deje en paz. Pero para ello no debemos ser, como muchas veces ha dicho en estas páginas nuestro compañero Chema Gil, una clase “lanar”, resignada y silenciosa. Es hora de hablar, de pedir, de buscar políticos honrados, que hablen con el corazón, y que trabajen de verdad por un pueblo que necesita más que nunca un futuro estable.
Murcia no puede permitir una clase política presuntamente corrupta, y con consejeros, alcaldes, concejales y demás vampiros que cobran sueldos inmorales que sangran las arcas de nuestra Región, mientras la hunden aún más en el abismo. Una clase política permanentemente enfrentada, porque nunca ha buscado el interés general, sino el personal.
Los paralelismos de la trama de corrupción en nuestra Región con el libro Gomorra, de Roberto Saviano, son escalofriantes, salvo las pistolas, claro. Es hora de decir ¡ Basta ya ¡
La Región de Murcia nos duele. “Murcia me duele”, es, precisamente, el título del libro de José Juan Cano Vera que publicará próximamente Vega Media Press ediciones. Y creemos que es un título muy acertado. No puede ser de otra forma cuando estamos viendo una procesión de detenidos e imputados sin precedentes en la historia de nuestra tierra, incluso del país. Nunca en tan poco espacio se dieron la mano tantos presuntos corruptos. Alcaldes, concejales, arquitectos, abogados, empresarios, funcionarios, directores generales, constructores, policías, ingenieros, asesores, y ahora hasta notarios. No se puede decir ya aquello de “se trata de un caso aislado”, sino que hay que hablar claramente de corrupción generalizada. Los murcianos estamos intentando sobrevivir a una crisis muy destructiva, buscando fórmulas para poder pagar la hipoteca o para que no nos embarguen nuestros hogares, mientras la clase dirigente encuentra y compra, y ni eso, viviendas que son un auténtico chollo. Áticos en Murcia, pisos en Mazarrón y Torre Pacheco, chalets en Águilas, grandes mansiones en Campoamor o en Molina de Segura.
La sociedad murciana debe exigir ya que esta clase política se vaya a su casa y nos deje en paz. Pero para ello no debemos ser, como muchas veces ha dicho en estas páginas nuestro compañero Chema Gil, una clase “lanar”, resignada y silenciosa. Es hora de hablar, de pedir, de buscar políticos honrados, que hablen con el corazón, y que trabajen de verdad por un pueblo que necesita más que nunca un futuro estable.
Murcia no puede permitir una clase política presuntamente corrupta, y con consejeros, alcaldes, concejales y demás vampiros que cobran sueldos inmorales que sangran las arcas de nuestra Región, mientras la hunden aún más en el abismo. Una clase política permanentemente enfrentada, porque nunca ha buscado el interés general, sino el personal.
Los paralelismos de la trama de corrupción en nuestra Región con el libro Gomorra, de Roberto Saviano, son escalofriantes, salvo las pistolas, claro. Es hora de decir ¡ Basta ya ¡
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